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24 marzo 2006

El Lago

La tarde declinaba lentamente mientras desde la ribera del Lago contemplaba sus aguas que se movían por la marejada y por el fuerte puelche que soplaba.

El volcán, al fondo se destacaba en toda su majestuosa belleza, imponente, a mis espaldas el pueblo que tomaba su nombre del Volcán y el Lago, respiraba paz y quietud.

Una persona libreta en mano y con un lápiz azul, escribía y escribía ajena a cuanto la rodeaba.

Noté que estaba enfundada en unos pantalones negros que le sentaban muy bien y llevaba una polo celeste que destacaba sus ojos oscuros y su pelo claro recogido en la nuca.

Intercambiamos algunas palabras después de un saludo y me dio su nombre, era de ese lugar, nació y creció viendo el lago en compañía de sus hermanos. Llegó el momento en que nos despedimos, estrechándonos las manos y con un felicidades nos alejamos y la noche cubrió todo.

Me recosté recordando su rostro y figura cual capullo en flor, mientras el equipo musical dejaba oír los dulces arpegios y melodías del coral 12 de Haendel que dice: Redentor... Sálvanos.

Nos volvimos a ver, en el mismo lugar y hora, nos saludamos y charlamos de muchas cosas, sus gustos, algunas afinidades, fue una tarde maravillosa llena de embrujo. No quería regresar y trataba por todos los medios de alargar esos instantes tan hermosos y algo me despertó, la música había cesado; solo estaba con un dulce recuerdo en mi mente y mis labios.

Al siguiente día muy temprano me levanté y dirigí al lugar donde la conocí y esperé con ansias su llegada, pasaron las horas, no vino, la telepatía no había funcionado. Quise llamarla. Han pasado los días y su recuerdo ha estado siempre presente, ¿La volveré a ver? ¿ Que pensará? ¿ Habrá sentido lo mismo? ¿ O sólo fue un dulce sueño despierto que me ocurrió?

En el Cantar de los Cantares leo: “Por las noches busqué en mi lecho, la busqué y no la hallé. Me levantaré ahora y la buscaré”. Mas adelante la lectura me lleva a: “He aquí que tú eres hermosa, amiga mía, hermosos tus ojos, cuan hermosos son tus pies en las sandalias, los contornos de tus muslos son como joyas, tus pechos como gemelas de gacela”. Me siento afiebrado y trato de dormir, ¿vendrá esta noche a mis sueños? Cierro los ojos y ahí está con su sonrisa hermosa.

Pasan los días, la vuelvo a encontrar, saluda con una sonrisa en sus labios y la contemplo calladamente. Compartimos un poco, luego la triste despedida y “nos volveremos a ver... ”

Las luces se han apagado, toda la luz que queda son sólo las brasas de mi corazón y mis ojos.

1 comentario:

Marcel Pommiez dijo...

buen blog, felicitaciones