El volcán, al fondo se destacaba en toda su majestuosa belleza, imponente, a mis espaldas el pueblo que tomaba su nombre del Volcán y el Lago, respiraba paz y quietud.
Una persona libreta en mano y con un lápiz azul, escribía y escribía ajena a cuanto la rodeaba.
Noté que estaba enfundada en unos pantalones negros que le sentaban muy bien y llevaba una polo celeste que destacaba sus ojos oscuros y su pelo claro recogido en la nuca.
Intercambiamos algunas palabras después de un saludo y me dio su nombre, era de ese lugar, nació y creció viendo el lago en compañía de sus hermanos. Llegó el momento en que nos despedimos, estrechándonos las manos y con un felicidades nos alejamos y la noche cubrió todo.
Me recosté recordando su rostro y figura cual capullo en flor, mientras el equipo musical dejaba oír los dulces arpegios y melodías del coral 12 de Haendel que dice: Redentor... Sálvanos.
Nos volvimos a ver, en el mismo lugar y hora, nos saludamos y charlamos de muchas cosas, sus gustos, algunas afinidades, fue una tarde maravillosa llena de embrujo. No quería regresar y trataba por todos los medios de alargar esos instantes tan hermosos y algo me despertó, la música había cesado; solo estaba con un dulce recuerdo en mi mente y mis labios.
Al siguiente día muy temprano me levanté y dirigí al lugar donde la conocí y esperé con ansias su llegada, pasaron las horas, no vino, la telepatía no había funcionado. Quise llamarla. Han pasado los días y su recuerdo ha estado siempre presente, ¿La volveré a ver? ¿ Que pensará? ¿ Habrá sentido lo mismo? ¿ O sólo fue un dulce sueño despierto que me ocurrió?
En el Cantar de los Cantares leo: “Por las noches busqué en mi lecho, la busqué y no
Pasan los días, la vuelvo a encontrar, saluda con una sonrisa en sus labios y la contemplo calladamente. Compartimos un poco, luego la triste despedida y “nos volveremos a ver... ”
Las luces se han apagado, toda la luz que queda son sólo las brasas de mi corazón y mis ojos.

1 comentario:
buen blog, felicitaciones
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