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21 julio 2008

Educación

Tomado de Blog de Senador don Fernando Flores L.
Tema del que debemos estar bien informados. Les invito a leelo.

A partir de hoy lunes, y durante los siguientes tres días, pondré a disposición de los lectores un escrito elaborado por mi persona en conjunto con Francisco Varela G.

En este ensayo invitamos a pensar la educación en atención al siglo XXI en el que ya estamos incierto y que, previa lectura detallada del mismo, puede aportar algunas luces al "diálogo" sin rumbo que presenciamos en el mundo educacional del Chile de hoy.

Aquí, la primera entrega de este documento:
EDUCACIÓN Y TRANSFORMACIÓN (1/3)

Preparemos a Chile para el Siglo XXI

Por Fernando Flores L. y Francisco J. Varela G.

Una ola de creciente inquietud y perplejidad nos circunda. No podemos escapar de la situación de cambios fulminantes que afecta a todo el planeta en la hora presente. Tras llegar al final de una larga etapa de la historia de Occidente, nuestra civilización se encuentra en un terreno desconocido. No todo es oscuro: sabemos que el momento contiene en germen posibilidades enormes para reinventar el futuro, y de modo muy especial dada su circunstancia, lo que podría ser Chile. Pero al mismo tiempo estamos conscientes que si no nos hacemos cargo de la coyuntura histórica, quedaremos a la deriva de tiempos aciagos.

Lo educativo estará en el centro del mundo en la próxima década. A nivel mundial habrá que decidir cómo entrará la educación en el futuro. No es momento de preguntarse ¿qué es la educación? sino cómo lo emplazaremos dentro de los cambios que vivimos. Existe una tendencia a dar por sabido en qué consiste lo que vale la pena enseñar, pero en los últimos años ha quedado en claro que en nuestro tiempo gran parte de lo que aprendemos deja de ser útil con rapidez.

En este documento proponemos una línea de acción declarativa: una mirada a la contingencia mundial, una interpretación de lo que somos, y una señal sobre el camino que se puede abrir a nuestro paso. Hablamos como padres intranquilos por la vida que se ofrece a nuestros hijos. Hablamos a los jóvenes que a la hora de tomar su propia existencia en las manos, dudan, esperan y demoran, con razón, pues los modelos tradicionales ya no son adecuados.

Perplejidades del Presente

Sentimos perplejidad ante los cambios en el mundo del trabajo. El esfuerzo de los padres al enviar a sus hijos al colegio y a la educación superior, para que adquieran diplomas que certifican saberes y conocimientos técnicos, ya no asegura un puesto de trabajo y un desarrollo personal conforme con esos años de preparación. Las modificaciones en los sectores laboral e institucional empiezan a ser tan rápidas que las profesiones y carreras de siempre han dejado de ser los nichos estables, resguardados, de antes. Tampoco podemos ofrecer los habituales planes de estudio como objetivos principales de la capacitación que la educación chilena ofrece a la juventud. El desempleo, hasta hace poco considerado un mal propio de los países pobres, ha pasado a ser un impedimento recurrente en el primer mundo. Así lo demuestran por ejemplo, las dificultades de la construcción de la Europa comunitaria. Desde la perspectiva empresarial, ya no es posible apostar por la solidez de los grandes consorcios. La jibarización súbita de este gigante de la estabilidad occidental, la compañía de computadoras IBM, marca un hito histórico.

Como contraste, un joven sin educación formal, Bill Gates, fundador de la compañía de software Microsoft, se transforma en pocos años en la primera fortuna de los Estados Unidos. No podemos desconocer estas situaciones: el mundo productivo ha entrado en un proceso de fluidez, hasta ahora desconocido. Esta contingencia, como el desempleo, desata nuestra perplejidad. Pues aunque Chile goza hoy de un período de aparente prosperidad, incluso esta situación es frágil, observada en el contexto internacional de los mercados y de la degradación ecológica.

Sentimos perplejidad ante los cambios en las instituciones y la vida en sociedad tal como la hemos conocido durante nuestro ciclo vital, la abrupta desaparición de la Unión Soviética es una advertencia: un cataclismo se ha dejado sentir en lo que parecía ser la segunda potencia del orbe. Se ha venido abajo una de las columnas del sistema mundial. Entre tanto, en países como Francia y los Estados Unidos inventores de la democracia, el modelo de los partidos políticos, vector de las inquietudes de los ciudadanos se quiebra, la clase política es percibida con cinismo y distancia, ya hasta la noción de "democracia representativa" es puesta en duda. Frente a este acontecer nos invade un estado de ánimo de resignación, de renuncia, y ya no queremos buscar la articulación y funcionamiento de la agobiada diversidad de grupos sociales. Intereses divergentes y proyectos contradictorios nos rodean.

En nuestra América Latina esta fragmentación ha dejado su huella en los ciclos de violencia institucionalizada que sufren nuestros países, donde a la extrema pobreza se agregan los nacionalismos y los racismos, la droga y los gobiernos paralelos que ésta fomenta.

La más grande y paralizante perplejidad, sin embargo, nos aparece frente a los quiebres en los valores y en la ética ciudadana. A la inestabilidad en el campo del trabajo y las instituciones, se corresponde una preocupante proliferación de ortodoxias moralistas sectarias, cada una de las cuales pretende poseer la razón final. En ese entorno, los nacionalismos ciegos y los intentos totalitarios de izquierda y derecha, confluyen y se hermanan.

En el campo opuesto, entre los que aparentemente no imponen su postura a nadie, la fragmentación alimenta una actitud nihilista que de modo cínico se dedica a maximizar sus ventajas individuales, con poca o ninguna consideración por el medio social, nacional o ambiental. Es una mutación de valores que se manifiesta en un sordo dejar hacer, el cual, en nombre del respeto a las creencias ajenas, desconoce un compromiso íntimo con la dimensión espiritual de nuestra vida.

En medio de la bulla continúa la erosión de las antiguas instituciones religiosas que se ajan igual que las instituciones civiles. El cristianismo ha dejado de ser punto de referencia obligado de Occidente. En América Latina, hoy, menos de la mitad de los creyentes se identifican con la Iglesia Católica. Entretanto, los jóvenes no se apocan para sostener que al abordar la experiencia interior, la estética de la música moderna les "dice" mucho más que ningún otro lenguaje.

Hablamos de la tríada de trabajo, instituciones y valores para evocar las perplejidades y desorientaciones de la hora presente. Ante este estado de cosas, no es de extrañarse que cunda el temor, en muchos casos justificado. Dada las profundas interdependencias en los cambios sociales, demográficos y ambientales de los sectores que hemos esbozado, sin una actitud decidida y creadora, el futuro seguramente traerá desempleo, obsolescencia y fragmentación destructiva.

Nuestra posición, no obstante, es que es posible una actitud decidida y creadora. Es una entre los posibles devenires de lo que está pasando: una tarea a realizar, cuyo trasfondo de posibilidades está aquí, hoy, como alternativa histórica.

(Continúa mañana martes 22 de julio)...

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