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14 mayo 2013

Quehacer con los políticos?

EL CRISTIANO Y SU RESPONSABILIDAD CON LA POLITICA ACTIVA 

Como ciudadanos y miembros de sociedades democráticas, nos toca, cada cierto periodo de tiempo, elegir a nuestros gobernantes.
Como cristianos, ¿qué debemos tomar en cuenta para dar nuestro voto a un candidato? ¿Debe la Iglesia involucrarse en la política? ¿Cuál debe ser la relación entre la Iglesia y el Estado? ¿Podemos involucrarnos en el activismo político? Sobre estas y otras cuestiones conversamos en este espacio con nuestro entrevistado.

Víctor Wall es director general del Instituto Bíblico Asunción (IBA), sede de la Facultad de Teología de la Universidad Evangélica del Paraguay.
 Actualmente participa en el programa televisivo Noticiero Cristiano, transmitido semanalmente por Red Guaraní, con un espacio de opinión en el comenta acerca de temas sociopolíticos a la luz de la Palabra de Dios.


¿Puede un cristiano involucrarse en activismo político? ¿Por qué? 
La pregunta diría que es más amplia, y tiene que ver con las profesiones que un cristiano puede ejercer. Yo creo que allí hay al menos tres categorías. Una donde la profesión está más cerca o es menos conflictiva con la fe cristiana y con la fidelidad del testimonio cristiano. La segunda categoría está en el límite, donde a veces uno tiene que plantearse esta pregunta que hiciste. Y la tercera es donde, definitivamente, está claro que esto contradice la fe cristiana y los valores de la Biblia. Por ejemplo, la producción de elementos que dañan al ser humano, que está en clara contradicción con los valores de la Biblia.
La pregunta sobre la política cae un poco en esta segunda categoría donde se pregunta hasta qué grado... Allí hay que diferenciar qué tipo de política y qué cargo y cómo se llega al cargo. Todo eso hay que tener en cuenta. No se puede decir de entrada: “Claro que no”. Tampoco se puede decir “Claro que sí” en toda circunstancia y en todo contexto. Hay que diferenciar claramente entre qué cargo político uno va a tomar, cómo va a llegar a ese cargo y qué sacrificio va a tomar para acceder al cargo.

¿Cómo debería prepararse un cristiano que recibe ese llamado? 
El llamado de ir a la política no es lo mismo que un llamado pastoral. Eso hay que diferenciar. No olvidemos que al gobierno y la política, aunque son muy importantes, en ningún sentido se les puede dar el mismo lugar que a la iglesia. Decir “Yo tengo un llamado a la política” hay que tomarlo con pinzas, porque la Biblia habla de un llamado al ministerio espiritual. Y la política no es un ministerio espiritual en el sentido de ser pastor, evangelista, fundar una iglesia o ser un misionero, pero todos los cristianos tenemos el llamado de vivir nuestra vida en este mundo y ejercer una profesión honrando a Dios con esto. En ese sentido sí el cristiano puede tener un llamado a la política. Entonces, si un cristiano quiere entrar en la política, tiene que ver en qué área va a trabajar. Uno puede estudiar Ciencias Políticas, lo que le dará una orientación de lo que es la política y le ayudará a entender cómo funciona la política, pero no necesariamente le preparará para ser buen administrador público. Si quiere ser un senador o un diputado, tiene que saber acerca de legislación. Tiene que entender cómo funcionan las sociedades, cómo funciona la economía y las relaciones internacionales. Si uno quiere ser un viceministro, depende de qué área. No es lo mismo ser un viceministro de Hacienda que uno de Educación. Tiene que ser bueno en su campo para ejercer. Si quiere ser un gobernador, tiene que saber lo que significa su departamento, necesita saber manejar plata, saber de administración, de obras públicas, de planificación de manejo de sus subalternos y de cómo relacionarse políticamente, o sea, de diplomacia. Hay que plantearse estas preguntas antes de ir a la política. Lo que peor que podemos hacer es meter cristianos en la política, que después hagan un mal papel. El papelón en la política de un cristiano es mucho peor que el de uno que no es necesariamente cristiano o no se identifica con la fe cristiana. Y hay que diferenciar. También puede haber buenos gobernantes y buenos políticos que no son cristianos. De hecho los hay.

¿Por qué cree que los cristianos que actualmente se involucran en política reciben rechazo de muchos sectores de la Iglesia? 
No estoy seguro si lo puedo contestar a cabalidad. Depende un poco de lo que ya dijimos, de dónde provienen y en qué campo van a actuar. Por ejemplo, cuando un pastor decide entrar en la política, está el tema de qué pasa con su llamado, que incluso en el contexto católico era un gran tema. La gente percibe que el llamado a un pastorado, a ser misionero o un liderazgo espiritual, no es algo que se deja así nomás. Esta es una razón.
La otra razón puede ser que los cristianos no han podido hacer la gran diferencia, excepto muy pocos casos, y aun allí no se sabe hasta qué grado. Hay políticos cristianos extraordinarios, pero tuvimos otros que llegaron a ser casi peores que los no creyentes. Los políticos cristianos tampoco han dado un resultado impactante en América Latina.
El otro elemento es que los evangélicos no votan necesariamente por evangélicos. Me dijo un analista, pero es información que no puedo comprobar, que solamente la Iglesia Universal de Brasil logra que su gente vote de acuerdo a lo que dice el pastor. El resto de los evangélicos en América Latina votan por líneas políticas o por programas, no por confesión o porque alguien se dice de la iglesia. Esta es una dinámica, hoy por hoy, en América Latina. Creo que todo es o tiene que ver con el pensamiento de que la política es sucia. Este es un concepto muy generalizado, en América Latina, especialmente. Puedes ser 100% honesto y posiblemente la mayoría de la sociedad va a seguir creyendo que metiste la mano en la lata, que fuiste deshonesto. Claro, decimos que vamos a cambiar el país, y está bien, si lo logramos. Pero hasta hoy no se logró tanto en este sentido. Es por eso que muchos son reacios cuando un cristiano evangélico comprometido con la fe entra en la política.

¿Cuál debería ser la actitud del liderazgo cristiano hacia ellos? 
Una cosa sería examinar la motivación. La motivación sincera tiene mucho que ver, y no solamente de los que pretenden entrar al campo político, sino que muchas iglesias necesitan examinar sus motivaciones. Más allá de eso, yo creo que la iglesia necesita reflexionar, estudiar más y debatir cuál es el concepto de Estado, qué significa la política, cuál es la relación entre la iglesia y el gobierno, desde la perspectiva bíblica y también desde la perspectiva denominacional, porque ahí varía mucho entre los diferentes grupos eclesiales. También desde la perspectiva histórica, porque la Biblia no es un libro de Ciencias Políticas sino que es un libro de fe. Aplicar un libro de fe, así nomás, a una política del siglo XXI no es posible si uno quiere ser fiel y correcto con la hermenéutica bíblica. Tenemos que ver cuáles son los principios bíblicos y nuestras creencias. Tenemos que aprender, por ejemplo, que la teología reformada y la postura menonita son diferentes en cuanto al concepto del Estado y su relación con la Iglesia. La Iglesia Luterana siguió siendo por mucho tiempo una iglesia del Estado y lo sigue siendo en Alemania. La Iglesia Católica ha sido la religión del Estado y este concepto sigue todavía en algunos países. Los protestantes en general dicen que un país debe ser laico. Por ejemplo, el Paraguay es un país laico y, felizmente, todas las iglesias estaban de acuerdo en 1991 cuando se elaboró la Constitución Nacional. La Iglesia Católica incluso renunció a ser la religión oficial en Paraguay.
También se tiene el concepto de las “naciones cristianas”, que es un concepto ajeno al Nuevo Testamento. Porque la iglesia siempre es transnacional, transcultural y trans-ideológica. Es muy difícil que la iglesia se identifique exclusivamente con una postura ideológica y con una nación solamente. Más todavía con la globalización actual, por la cual en el país que quieras, donde hay libertad religiosa y libertad de migración, en cada iglesia hay “extranjeros”. Incluso tener una bandera de tu país en la iglesia te puede crear problemas con tus miembros, porque hay algunos que dirán: “y mi bandera dónde está”. Esto la iglesia necesita analizar y debatir.
También analizar qué se quiere lograr. ¿Tiene la iglesia la misión de involucrarse en la política o su misión es acompañar a sus miembros cuando uno o dos participan activamente en la política como otros participan en el comercio y otros en industrias, etc.? O simplemente debemos acompañarles de la misma manera que acompañamos a una mamá que tiene un hijo rebelde. Le estamos dando el cuidado pastoral que debemos hacer tanto a la mamá, al papá, al zapatero, al comerciante. La iglesia no tiene una misión política con el propósito de dominar el gobierno. La misión de la iglesia emana del Evangelio. El arma y el instrumento de la iglesia es la Palabra de Dios.
Lo otro es la misión profética. Cuanto más la iglesia está comprometida con un gobierno, tanto más difícil le va a ser fiel a la radicalidad de Jesús. Esto no significa que no vamos a tener gente y no vamos a acompañarles y bendecirles cuando vayan a participar en la política. Pero la Iglesia no les envía como a un misionero en el sentido estricto de la palabra. La iglesia los envía como envía a sus miembros a otras profesiones que de la misma manera sirven el propósito de crear condiciones para una vida digna del ser humano.

¿Debería hablarse en las iglesias acerca de la política? ¿De qué maneras? 
No deberíamos hacer promoción de un candidato en la iglesia, nunca, porque esto trae problemas.
Debemos exponer los valores de la Biblia, fortalecer el respeto a la vida, a la dignidad humana, a la familia. Podemos analizar los candidatos, de repente, su vida privada sobre todo. Pero si desde el púlpito se empieza a dar charlas políticas, nos estamos exponiendo a grandes riesgos y eso puede apeligrar la unidad de la iglesia y su testimonio. Si la mayoría en la iglesia piensa como cierto partido político, no significa que vamos a promover ese partido porque puede ser que haya un miembro que es de otro partido o que quiere ser apolítico, y debemos respetar eso.

¿Qué cualidades deberíamos buscar en un candidato para decidir darle nuestro voto? 
Creo que, especialmente la iglesia, o los cristianos, si tienen oportunidad, deberían insistir en la vida privada. No podemos hacer de la vida privada una vida pública, pero tenemos que echar una mirada más crítica a la vida privada. Con esto me refiero a su familia, a su matrimonio, estilo de vida, sus finanzas, etc. Es muy difícil que una persona cuya vida privada es un desastre, tenga una vida pública ordenada. También tenemos que mirar cómo se va a beneficiar el país a través de esta persona. Esto es muy difícil porque los candidatos prometen, casi todos, lo mismo. Yo creo que la vida privada es un buen indicador. Otra cosa, y ahí los periodistas deberían ser más exigentes o profesionales, es tratar de descubrir si el candidato tiene un concepto claro de lo que va a hacer. Por ejemplo, la seguridad, cómo ese candidato va a sanar al aparato policial, cuál es su estrategia. Necesitamos un segundo arranque, no tanto en concepto sino en ejecución. Hay que preguntar en forma concreta. Si hablamos de infraestructura, qué rutas van a hacer, para cuándo y con qué plata van a hacerlas. Este tipo de preguntas escucho muy poco. Naturalmente lo valores que nos interesan más y la postura frente a cuestiones éticas. Hay que preguntar eso si se da la oportunidad. Otra posibilidad quizá para el futuro, es hacer un archivo histórico acerca de cada político, de sus posturas. Pero tenemos que hacerlo con mucha objetividad y cautela, y no solamente hacerlo con algunas personas. Es difícil porque, por un lado se conoce todo pero, por otro, no se conoce mucho. Se saben ciertas cosas –cuántas mujeres tenía, si es rico o no –pero muchas son cosas que se comentan nomás y no que se saben a ciencia cierta. Por ello cuando criticamos debemos hacerlo con propiedad, no podemos seguir la corriente del mundo y opinar en forma peyorativa sobre algún evento o alguna persona, sin conocimiento de causa. Es una lástima que muchos opinan libremente –especialmente en las redes sociales– sin reflexionar y sin preguntarse si sus expresiones honran a Dios.

La Biblia habla de que debemos orar por las autoridades, ¿en qué áreas o temas deberíamos hacer énfasis? 
El desafío está en que no limitemos las oraciones a los eventos. Nosotros queremos crear eventos públicos para orar por las autoridades, porque de esta manera nos sentimos más importantes o creemos que así va a llegar más la oración. Se podría orar en cada culto, en la oración familiar incluir una oración por las autoridades. No hace falta un gran evento. Un gran evento está bien pero la continuidad y la fidelidad no se miden por eventos. Así como la autenticidad de la vida cristiana no se mide por la asistencia a los cultos.
No vamos a poder orar por todos los funcionarios públicos en forma personal ni por todos los temas del país. Podemos orar entonces enfocándonos en ciertas áreas de nuestro interés o en la región donde vivimos. Por ejemplo, si soy docente, puedo enfatizar en temas de educación o si soy miembro de un grupo de indigenistas, puedo incluir esos temas en mi oración. Si vivo en Paraguarí, puedo orar por las autoridades y los policías de ese departamento.
Podemos orar bendiciendo a las autoridades, pero también podemos orar para que Dios los mejore o los quite. Podemos orar una oración profética contra las acciones pecaminosas de un gobernante, pero no porque no me gusta o yo tenga que pagar más impuestos. Cuando un gobernante vive en pecado abierto, debemos orar para que Dios intervenga de alguna manera. Esa oración profética es también nuestra tarea.
Otros van a tratar de acercarse a orar también con ellos, y creo que es también muy bueno que lo hagan los que tienen esa posibilidad.

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