Una noche de hermosa luna llena, pasó por ahí y el espectáculo era maravilloso, la luna se reflejaba en las aguas y todo resplandecía.
Este recorrido lo hizo varias veces. Hasta que una tarde de Octubre volvió pero ahora no sólo, ella había venido a casa para ver a su Mamá y le pidió que la acompañara, después quería ver algunos parajes que conocía desde niña y Wolfgang la invitó a “su río”. Manejó lentamente, para que el tiempo si fuera posible se detuviera, ya cerca del río él la invitó a contemplar sus aguas, sorprendida de la belleza del lugar.
Hablaron de sus familias de lo que hubo y por que no se pudo concretar, tomó su mano con un poco de temor y al no sentir rechazo, la besó con toda la pasión guardada, la sintió vibrar entre sus brazos la invitó a contemplar el río de más cerca, debajo del puente la besó con lujuria, con frenesí, las caricias se hicieron más ardientes. El pasto estaba mojado, hacían pocas horas que había dejado de llover, siguió mirando de reojo algún lugar que los ocultara de miradas indiscretas, pero no había nada.
Unos animales pastaban, uno de ellos levantó su cabeza pesada y con sus vacíos ojos, miró, quizás sintiendo en el aire el olor a macho en celo, a semental que con ansias quería depositar en ese cuerpo trémulo el misterio de la vida.
“
Regresaron a casa, medios en silencio, ella conducía ahora, el auto zigzagueaba, ¿nervios, deseos, miedo? Recordaron una noche íntima en casa, cerca de las dos de la madrugada en la cálida cocina, mientras todos dormían, ellos estaban entregados al placer de amarse locamente, de acariciarse, y tanto, tanto, la amaba que le dio miedo poseerla.
Han sido 40 años de desesperación, una mezcla de amor-odio. No se habían vuelto a ver, hubo otras mujeres, pero ninguna de ellas, pudo escapar de caricias y amores sin fin, cada una la imaginaba que era “su negra” y la poseía con toda su alma, luego del jadear y del reposo, huía como un cobarde, no era capaz de decir, “pensaba solo en ella”
Han pasado los años, la siente, la tiene,... y otra vez se va como barco en la noche. ¿Será su destino, sólo besarla y no tenerla?.
No puede olvidar una vez que la vio y la divisó parada en el andén del rodoviario, con su sonrisa de siempre, su alegría de vivir, la miró para saludarla aun desde lejos, pero recibió una mirada diría de desdén.
Sintió una rabia inmensa, ganas de gritar de correr, y bajando la cabeza siguió su camino mecánicamente.
Toda esperanza se había esfumado, como sal en el agua, hasta que sin planearlo, sin que nada hicieran, se volvieron a encontrar.
Él sigue en casa de su mamá, cuidándola, por largos días, y justo HOY que es cuando ha decidido regresar a la suya, se encuentran, ¿porque no fue el día quinto o décimo?, Si no que tenía que ser el último día.
Ella vuelve también a su hogar, la acompaña a la puerta y ve como se va y se queda como un idiota parado en la vereda, mirando como se pierde, no hay una mirada, no hay un saludo, nada.
Entra a casa, con pena y alegría, con una multitud de pensamientos, La ha tenido y otra vez... Se ha ido.
Alguien le habla y no responde, está en otra parte.
Llora con pena y dolor, junto a su Madre, con un llanto hacia dentro, el final está cerca puede ser la última oportunidad, sí, se aproxima a ella y recuerda cuantas veces le escuchó decir, ¡Te amo hijo!... Entonces la conciencia lo tortura, debe pensar sólo en ella, su Madre...
La otra ¡No! No es el momento, y a pesar de todo; la tuvo en sus brazos y.... la perdió.
En el avión que lo lleva fuera del país se acomoda en la butaca, la noche es oscura y fría, pero él lleva un témpano en su interior. Trata de leer... oye música, no le produce nada y deja que los pensamientos vuelen, como el pájaro que lo lleva en sus alas lejos de sus amadas.
Ahora la noche está clara pero no hay estrellas, ve dos ojillos oscuros que le guiñan, son los ojos de su negra, que a ratos se ríe, le provoca, le trastorna, juega con sus sentimientos y se queda dormido con ese pensamiento.
Ya está en casa, quiere llamarla y no puede, acostado la siente a su lado, estira la mano una espantosa soledad le sale al camino.
Quiere decirle que quiere tomar un vuelo de regreso, que quiere aterrizar en sus brazos y muslos abiertos.
Ya en casa, su esposa, le mima, se esmera por atenderlo y le dice: ¿ Hay algo malo?
No responde, ella le suelta, ¡Estás callado y no lo eres!. Yo entiendo que sufres, tu Mamá claro... o ¿Hay más?
- No, son cosas que te imaginas le dice,
- “algo te preocupa”.
Como decirle, que sus labios arden, no de fiebre si no de sexo, de volcán, que sólo podrá ser apagado por otro volcán.
Audazmente la llama, casi le descubren... parece niño sorprendido en falta. “Deberé tener más cuidado, mis sentimientos casi me han traicionado... “
Cierra los ojos, ve el río, los árboles de sus riberas, el verde pasto, los animales pastando y a su lado, “la negra” que ríe, le besa y siente que la está penetrando, no le importa que el puente tiemble con el peso de los camiones, no le preocupa que pase un automovilista y le grite algo, sólo piensa que la está poseyendo.
40 años no es nada dijo alguien, pero ese no sabía que 40 años es mucho tiempo, y en soledad no hay peor tormento.
No sabe que es más terrible, si esta angustia de años de espera o haberla visto y tener que decirle tus besos, tus caricias, son los de siempre, mi amor y mis deseos siguen igual, ayer fueron tus padres, hoy la vida nos vuelve a separar.
Oye la voz de su esposa que amorosa y tímida le invita: “ven a comer”. No sacas nada con atormentarte, tú Mamá está en las manos de Dios, y hay que respetar su voluntad.
“Mira, ven que te preparé ese Strudel que tanto te gusta”

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