La causa de la tensión arterial elevada podría estar en el cerebro, más que en problemas relacionados al corazón, los riñones o los vasos sanguíneos, sugiere un nuevo estudio.
Científicos de la Universidad de Bristol informaron que de los resultados de la investigación se podrían derivar nuevas formas para tratar la condición que actualmente afecta a uno de cada cinco británicos.
Según un estudio publicado en la revista médica Hypertension, los científicos aislaron una proteína, JAM-1, la cual parecía atrapar a las células sanguíneas blancas, obstruyendo el flujo sanguíneo.
Esto puede causar inflamación y resultar en un pobre suministro de oxígeno al cerebro.
Tensión arterial cerebral
El profesor Julian Paton y sus colegas creen que este factor desencadena a su vez episodios que elevan la presión arterial.
Sus estudios realizados en ratas demuestran que la JAM-1 está vinculada al aumento de la presión sanguínea pero aún se desconoce el mecanismo exacto que se esconde detrás de este fenómeno.
En estos momentos, el equipo realiza estudios sobre el cerebro humano para tratar de entender más sobre el tema.
"JAM-1 podría darnos nuevas pistas sobre cómo combatir la enfermedad. Exploramos la posibilidad de tratar a aquellos pacientes que no responden a la terapia convencional para la hipertensión con drogas que reducen la inflamación de los vasos sanguíneos", señaló Paton.
Por su parte, el profesor Graham MacGregor, director de la Blood Pressure Association, advirtió que la investigación se encuentra en una primera etapa y que se necesita mayor estudio sobre el tema.
El profesor dijo que las medicinas para tratar la hipertensión pueden ser muy efectivas, siempre y cuando sean tomadas correctamente y en combinación con un estilo de vida saludable.
Aunque la hipertensión puede provocar dolores de cabeza, mareos y problemas con la visión, la mayoría de las personas que la padecen no muestran síntomas.
La hipertension puede provocar ataques cardíacos, accidentes cerebro-vasculares y daño a los riñones, pero ciertas medicinas pueden ser utilizadas para controlar sus efectos si los cambios en el estilo de vida no logran bajar la tensión arterial.
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