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10 diciembre 2008

¿Sentido de la injusticia en los perros?

de NeoFronteras de

Un grupo de investigadores vieneses afirma basándose en unos experimentos que los perros, al igual que los primates sí tienen un sentido de la justicia.

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Un perro que no fue recompensado la vez anterior se niega a dar la pata al investigador y le retira la mirada. Foto: Friederike Range, PNAS.

¿Existe una moral innata? Si es así, ¿cuándo surgió? Según algunos investigadores al nacer tenemos en nuestros cerebros una circuitería neuronal ya preparada para asumir el control de los dilemas morales. De este manera, la idea de justicia o los sentimientos de empatía no serían del todo culturales, sino que tendrían una base biológica, aunque los detalles en el código ético de una persona mentalmente sana sí tendrían una componente social.
Marc Hauser, profesor de la Universidad de Harvard y uno de los que apoyan esta teoría, usa una analogía con la gramática universal de Chomsky para explicar esto. Los niños al nacer llevan un patrón lingüístico básico determinante al cual se amoldan todas las lenguas y que es de base genética. Es la única manera de explicar la habilidad con la que los niños aprenden la lengua materna aunque poseen una escasa experiencia externa y carecen todavía de un marco de referencia en el cual basar su comprensión. Las personas, obviamente, no nacen programadas para una lengua particular, pero sí con una gramática universal subyacente a la estructura de todas las lenguas.
Hauser propone algo similar con la moral. Naceríamos ya con un patrón moral universal que la cultura particular en la que crecemos modifica, ajusta y afina. Un niño pequeño, al poco de comenzar a hablar se quejará de recibir menos tarta de cumpleaños que su hermano y dirá eso de: “no es justo”.
Se supone que esta moral innata habría surgido por evolución para así beneficiar a la especie humana. Aquellos individuos con comportamientos inmorales innatos serían expulsados de la comunidad y fuera de ella tendrían pocas posibilidades de sobrevivir y reproducirse, con lo cual sus genes no pasarían a la siguiente generación.
Pero si esta moral innata existe en los humanos, tuvo que surgir en algún momento de nuestro pasado evolutivo, incluso puede que sus bases estuvieran ya en otros simios. Así por ejemplo, en unos experimentos llevados a cabo con monos se pudo comprobar que dejaban de consumir alimentos si con ello se hacía automáticamente daño a un semejante.
Se cree que la aversión a la injusticia es la fuerza que hay detrás del castigo no egoísta y constituye un mecanismo poderoso a la hora de obligar a la cooperación. Este concepto puede ser un buen indicador a la hora de estudiar la “mente moral”, tanto en personas como en animales.
Aunque se habían realizado experimentos en el pasado con monos sobre este aspecto de la mente moral poco se había hecho con animales más “inferiores” hasta el momento. En esos estudios se pudo comprobar que en tareas cooperativas los monos se negaban a colaborar si eran testigos de la presencia de la injustica.
Si los rudimentos de la moral universal estaban ya en especies anteriores a la humana. ¿Hasta dónde podemos retrotraernos? ¿Cuándo empezó a darse en la cadena evolutiva?
Ahora Friederike Range de la Universidad de Viena y sus colaboradores han demostrado que al menos ya los perros tienen cierta idea de lo que es justo. Al igual que el ejemplo del niño y la tarta, un perro reacciona de la misma manera. Si se le recompensas por hacer un truco seguirán realizándolo, pero si una vez no le recompensas y sí lo haces a su compañero te hará saber que se siente defraudado no colaborará y evitará mirarte a la cara. Y es que los perros, al igual que los monos, parecen tener cierto sentido de la justicia. Según esta investigadora los animales reaccionan a la falta de equidad y para evitar su estrés deberíamos tratarlos de manera justa.
Los lobos cooperan entre sí para cazar en manadas y aparentemente son sensibles a los demás. Como los perros descienden de los lobos este resultado era de esperar, según Range.
En los experimentos diseñados para este caso, Range y sus colaboradores entrenaron a unos perros para entender el comando “pata” y que así pusieran su pata en la mano del investigador. Los que se negaron a cooperar fueron retirados del juego, quedando 29 perros.
Se hizo que los perros se sentaran uno al lado uno del otro con el investigador enfrente, el cual disponía de un cuenco con una mitad rellena de trozos de pan y la otra rellena de trozos de salchicha. Cada perro podía ver si los demás perros eran o no recompensados por realizar el truco.
Cuando a un perro se le pedía dar la pata se le recompensaba o no. Los perros que no eran recompensados se negaban a seguir jugando, pero todo iba bien si eran recompensados.
La sorpresa surgió cuando, a diferencia de en experimentos similares realizados con monos, comprobaron que a los perros les daba igual si la recompensa era de pan o de salchicha.
Los investigadores especulan que la existencia de recompensa es tan fuerte que anula otros aspectos o que simplemente es el resultado del entrenamiento diario.
Tampoco rechazaron en ningún momento la comida, algo que los primates sí hacen si creen que la recompensa es injusta.
Según Clive Wynne de University of Florida no es seguro que este experimento haya medido la reacción de los perros a la injusticia. Los perros, según él, simplemente habrían respondido negativamente a ser tratados peor. En los estudios con monos se realiza una prueba de control en la que la recompensa preferida es visible a sus ojos pero no es entregada ninguno. En este caso los monos “se ponen en huelga” porque pueden ver una recompensa mejor pero obtienen algo peor. Como a los perros parece no importarles la calidad de la recompensa, la única manera de comprobar este factor es no dar a ninguno recompensa alguna. Pero este test de control no se hizo en este caso. Sin embargo, Clive cree que los perros son sin duda muy sensibles a lo que las personas hacen y son bastante inteligentes.
Range dice que el próximo paso es realizar experimentos para comprobar cómo los perros y los lobos cooperan entre sí. Además, investigarán cómo las diferencias en las emociones influyen en las habilidades cooperativas.
Si la “mente moral” existe tuvo que surgir evolutivamente poco a poco a través de pasos elementales. De este modo, parte de lo que nos hace humanos ya estaba presente en especies anteriores.

Fuentes y referencias:
Artículo orginal (resumen).
Test sobre moralidad para humanos de Harvard (en español).
Podcast de Hauser sobre la mente moral (mp3 en inglés).
El cerebro espera por defecto un trato justo.
Sobre las bases fisiológicas de las normas sociales.
El sentido de la justicia viene en parte determinado genéticamente.
Decisiones morales y emociones.
Confirman la región cerebral relacionada con el sentido de la justicia.

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