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26 diciembre 2008

Yoga para calmar a los presos

Andrew Walker
BBC, Johannesburgo

Presos en la Prisión de Máxima Seguridad de Groenpunt
El programa de yoga consiste en siete clases para aprender las posiciones básicas.
Los reclusos de la Prisión de Máxima Seguridad de Groenpunt, en la provincia del Estado Libre, son algunos de los más violentos de Sudáfrica.

Han cometido asesinatos, violaciones, han abusado a menores o traficado drogas. Muchos son VIH positivos y es muy probable que mueran en prisión.

Dentro de la cárcel el ambiente es de frustración y la violencia es pan de todos los días.

Pero esta situación ha ido mejorando lentamente gracias a la implementación de un nuevo programa de clases de yoga que les enseña a los presos a encontrar la calma y a considerar sus vidas desde una óptica más positiva, aunque no tengan la oportunidad de recuperar su libertad.

Sonrisas

Desde el palco de un viejo ring de boxeo, Ansuya Khoosal les enseña a los prisioneros una serie de posiciones de yoga y ejercicios de respiración.

"Respiro... y dejo salir el aire", repite.

Mientras escuchan la suave voz de Ansuya, los presos mantienen los ojos cerrados.

Ansuya Khoosal
Ansuya dice notar un cambio en la actitud de los presos que toman las clases.
Parecen estar en paz ellos mismos.

"No veo ninguna sonrisa", dice Ansuya hasta que finalmente los ve sonreír.

De pie, vestidos de color naranja brillante, comienzan a estirarse.

Hay quienes se toman la tarea muy enserio, para otros no es más que una broma, pero lo cierto es que las clases son muy populares.

La sesión es la última de un programa de siete para aprender las posiciones básicas del yoga y las técnicas de respiración creadas por el maestro Sri Sri Ravi Shankar.

La organización encargada de la enseñanza, "El arte de vivir", confía en que los presos puedan asimilar lo aprendido y ponerlo en práctica en sus celdas.

Ellos no pueden dar clases todas las semanas, pero ya han identificado a varios entusiastas para alentar a los demás a continuar con el trabajo que la organización ha iniciado.

La historia de Maxwell

Maxwell Buthelezi
Maxwell pertenecía a una banda que robaba a mano armada.
Maxwell Buthelezi tiene 24 años y cumple una condena de por vida.

Me cuenta que cuando fue a la universidad se juntó con personas con las que no debía.

Mientras otros se dedicaban al estudio, él y sus amigos robaban a mano armada, vestidos con falsos uniformes de policía.

Con el paso del tiempo se fue involucrando más y más en una pandilla.

Hasta que un día, él y sus amigos robaron el cargamento de un barco que sabían que contenía drogas.

La policía los estaba esperando.

Maxwell sospechaba que los había vendido uno de los miembros de la pandilla, y en medio de la trifulca con la policía, lo mataron.

"Mi familia está muy avergonzada", me dice.

Anita Hanekom
Este programa me ha ayudado a controlar la rabia
Maxwell Buthelezi, presidiario
El recién ha cumplido dos años del mínimo de 20 que debe pasar en prisión

En su tarjeta de identificación dice que debe cumplir cadena perpetua, y que sólo puede quedar en libertad si así lo decide el Departamento de Correcciones.

"Este programa me ha ayudado a controlar la rabia", me dice.

"Justo el otro día, estaba hablando por teléfono y alguien me estaba molestando. Normalmente, eso hubiese dado pie a una pelea, pero esta vez me detuve a pensar".

"Le dije: 'escúchame hermano, ¿qué es lo que quieres?'".

"Esa noche, cuando regresé a mi celda, me sentí feliz, porque sabía que había resuelto la situación de manera correcta".

Escepticismo

Ansuya dice haber notado un cambio en los prisioneros en los siete días que estuvo allí.

"Cuando llegamos, nos miraban con desconfianza".

Anita Hanekom
La primera vez que escuché hablar de esto pensé: '¿para qué puede servir?' Pero ahora sí he visto que puede funcionar
Anita Hanekom, directora de Servicios Sociales
Pensaban que se trataba de algo indio y nos interrumpían constantemente, pero al final, sentí que no lo estaban haciendo sólo para obtener un certificado".

La técnica de yoga que enseña Ansuya ayuda a controlar las emociones, me dice.

"Cuando estamos enojados respiramos de una cierta manera, y cuando estamos tristes de otra".

Pero los presos no fueron los únicos escépticos.

"La primera vez que escuché hablar de esto pensé: '¿para qué puede servir?'", me dijo Anita Hanekom, directora de los Servicios Sociales de la prisión.

"Pero ahora sí he visto que puede funcionar", agregó.

Ahora, el Departamento de Servicios Correccionales que maneja las prisiones de Sudáfrica quiere implementar el programa en otras prisiones.

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