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17 agosto 2013

Quiere escribir?.

Dicen los expertos que el inicio de una novela es la parte más importante: si no logra seducir al lector, todo el resto cae.

Para el autor Amos Oz, quien dedicó todo un libro a reflexionar sobre los principios de las narraciones (La historia comienza. Ensayos sobre literatura), el inicio es nada menos que un contrato entre autor y lector, en el que ambos pactan qué se debe tomar por verdadero para avanzar en la historia. Género (fantástico, realista, policial), estilo (humorístico, trágico, moroso, reflexivo), tipo de narrador (omnisciente, ignorante, cómplice del lector...), todo queda decidido desde el vamos y en pocas líneas. Sin embargo, no todos los contratos se plantean para ser respetados, según Oz: algunos, como el caso de la suerte de lema con el que empieza Ana Karenina ("Todas las familias felices se parecen; cada familia infeliz lo es a su propia manera), son contradichos por el sentido de la obra (Tolstoi muestra que las familias felices son singulares también). 

A continuación, recordamos varios comienzos célebres. Los invitamos a transcribir en facebook el que les haya gustado a ustedes; allí estamos posteando durante este mes algunos inicios narrativos dignos de recordar. 

Como el de Gabriel García Márquez para Cien años de soledad

"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo". 

o el de Crónica de una muerte anunciada

"El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo". 

Y también el de otro valor de la literatura latinoamericana, Pedro Páramo, de Juan Rulfo, con voz en primera persona: 

"Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo. No dejes de ir a visitarlo –me recomendó–. Se llama de este modo y de este otro. Estoy segura de que le va a dar gusto conocerte. Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después de que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas". 

Y el clásico y tan memorizado de Juan Ramón Jiménez, Platero y yo

"Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro".

Y otro que ya pone en escena el embelesado tono con el narrador cuenta todo, en Lolita, de Nabokov: 

"Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos paladar abajo hasta apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta". 



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