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06 febrero 2009

El temple del héroe

Redacción BBC Mundo

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Fueron las aves las que pusieron a prueba el temple del capitán Chesley "Sully" Sullenberger III el mes pasado cuanto tuvo que acuatizar en el río Hudson de Nueva York y salvó la vida de 155 pasajeros y su tripulación.

La información fue confirmada por autoridades de Estados Unidos al mismo tiempo que se publicó el contenido de la caja negra del American West Cactus 1549.

Lo que ocurrió desde que la aeronave de la US Airlines despegó del aeropuerto de La Guardia hasta que terminó en las heladas aguas del río, sin que hubiera heridos, demuestra la frialdad con que Sullenberg III manejó la situación.

Con un tono serio y claro el capitán, en cuanto detectó que las aves habían colisionado con ambos motores del artefacto, informó a su torre de control que debía regresar al aeropuerto.

Estaba a 3.200 pies de altitud (975m). Debía dar la vuelta y empezar a descender. No había tiempo que perder.

-Okay. Necesitas regresar a La Guardia. Gira a la izquierda y toma rumbo dos dos cero- le decía la voz de la radio.

-Dos dos cero- alcanzó a responder el capitán quien ya veía poco probable un aterrizaje en La Guardia.

Perfecto estado

Pluma de ave, una de las pruebas en la investigación del accidente.
Los resultados de las investigaciones indican que efectivamente fueran las aves las causantes del accidente.
Era una situación inesperada. Días antes los motores del avión habían sido revisados y las partes que presentaron fallos cambiadas, tal y como informó tras una exhaustiva investigación el Comité de Seguridad del Transporte Nacional de EE.UU.

Si bien el avión había salido con 18 minutos de retraso, no debía presentar mayor complicación. Pero la tranquilidad no duró ni un minuto.

En cuanto Sullenberg informó sobre el impacto de las aves, en el aeropuerto pusieron en marcha el dispositivo de emergencia para que el Cactus 1549 pudiera regresar.

-Cactus quince veintinueve, si te lo podemos dar, ¿quieres probar aterrizar en la pista uno tres?

-No podemos, es posible que terminemos en el Hudson.

No se trataba de lo que quería, sino de lo que podía hacer. El capitán, que todavía mantenía la voz calmada, intentó desde su ventanilla ver qué tenía cerca para aterrizar.

"Estaremos en el Hudson"

Motor del avión.
El motor izquierdo del avión tuvo que ser sacado del fondo del río Hudson.
A su derecha se vislumbraba el aeropuerto Teterboro, de Nueva Jersey, y preguntó por radio la posibilidad de usar una de sus pistas para aterrizar de emergencia.

En La Guardia se dispusieron a establecer contacto con el otro aeropuerto. Una vez más, en cuestión de segundos todo estaba arreglado para que el aterrizaje se hiciera en el Teterboro. Pero esta opción también fue desechada.

-Cactus quince veintinueve, gira a la derecha dos ocho cero. Puedes aterrizar en la pista uno en Teterboro.

-No podemos- respondió tajante el capitán.

-Okay, ¿cuál pista quieres de Teterboro?

-Estaremos en el Hudson.

La respuesta del capitán Sullenberg sonaba tan inverosímil que en la torre de control pensaron que no habían entendido bien a la voz que les llegaba por radio. "Perdón, dilo otra vez cactus".

Pero Cactus ya no respondió. Sullenberg estaba ocupado acuatizando en el Hudson. Una maniobra que lo convertiría en héroe.

La investigación

Casi un mes después, los primeros resultados de la investigación confirmaban la historia del capitán al analizar todas las partes del avión accidentado.

El motor derecho permaneció junto con el artefacto cuando golpeó el agua el pasado 15 de enero. Mientras que el izquierdo fue directo al fondo del río desde donde lo tuvieron que sacar.

La información del vuelo demuestra que ambos motores dejaron de funcionar simultáneamente y que el sonido de los golpes se pudo escuchar justo después de que el Sullenberger informó que se acercaban unas aves.

Los pasajeros y la tripulación fueron rescatados en barcos. El capitán fue el último en abandonar el avión que se hundía.

Antes quiso asegurarse de que no quedaba persona alguna dentro de la nave.


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